Hijos
de Dios, si tuvierais la desagracia de ver por un instante la situación del
mundo y de las almas, moriríais de horror, y pensarais que el Infierno no puede
ser peor que la situación del mundo actual. Yo, Jesús, os hablo.
Son tan
pocas las almas que Me reparan y que Me aman de verdad, con espíritu de sacrificio
y aceptando todo lo que Yo quiera enviarles o permitir que les suceda, que es
lo mismo que unos cuantos granos de arena comparado con la arena de una
montaña. Mil veces Me he planteado castigar este estercolero y mil veces Mi
Santa Madre que es también vuestra Me lo ha impedido, y ha rogado y suplicado con
lágrimas que espere un poco más. Pero este insoportable hedor y degradación de
tantos y tantos hombres, mujeres y hasta de niños, se Me hace insoportable y Mi
justicia reclama que intervenga y os castigue.
Sin
embargo, sabiendo que muchos de vosotros
tendréis un castigo eterno, porque si no os enmendáis os condenareis, espero y
hago caso a las suplicas de Mi Santa Madre y detengo Mi brazo justiciero contra
este planeta que Me ha dado totalmente la espalda y se ha olvidado totalmente
de Mí. Yo, Jesús, os hablo.
Ni la
peste se propaga tan rápidamente como se ha propagado el pecado, y el pecado
horrible y satánico que existe en todos los colectivos. Porque hijos, el pecado
está en todos los sitios, en familias, en comunidades, en parroquias, en los
obispados, en conventos y en sitios que no os podéis ni
imaginar. Aquel que parece un señor educado y de buenos y sanos modales, aquel
es un ser horripilante ante Mis ojos porque ha cometido abusos con jovencitas y
toda clase de vicios y perversiones. Y aquella mujer que parece una señora
respetable de delicadezas y hasta elegante, aquella es una persona degradada
hasta la médula de sus huesos. Yo, Jesús, os hablo.
El mal
es tan inmenso, tan profundo, tan espantoso, que ya solo Yo puedo remediarlo con
Mi intervención, y os digo, que en ese día en que Mi brazo justiciero
intervenga, ese día sufriréis todos, buenos y malos, aunque cada uno según el
grado de perversión y malicia que haya tenido. Los buenos, es decir, los que Me
son fieles para su purificación y santificación, y los malos por Mi justicia
para que vean que ni una sola falta quedará sin pagarme. Por tanto, no creáis
que si tenéis dinero, poder, patrimonio e influencias, os librareis de Mi
justicia que como un puñal afilado os atravesará el alma de extremo a extremo.
Yo, Jesús, os hablo y os advierto.
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