San Alfonso Rodríguez vio un 15 de agosto cómo fue la recepción de la Santísima Virgen en el cielo el día de su llegada, y quedó extasiado, inmensamente emocionado.
Santa Teresa dice que vio un día de la la Asunción cómo fue la llegada de la Santísima Virgen al cielo y que desde entonces quedó con el inmenso deseo de sufrir y trabajar con conseguirse un puesto en el paraíso.
Me
sentía llevar, era ligera, estaba viva, era feliz, muy feliz: para Mí
acababan las horas del dolor y la nostalgia... y cuando Jesús me vino al
encuentro... "¡Immi, estás en casa!". A veces en el recuerdo mi casa
celeste parece aquella pequeña casa de Nazaret... Aquí se reviven los
recuerdos más bellos. El cielo era cada vez más azul, el aire ligero...
Entraba en la dimensión de la eternidad, entraba en el Reino del amor
universal.
"Mi
Reino no es de este mundo..." Él estuvo allí a esperarme en Su Reino.
¡Él os espera allá en Su Reino! ¿Cómo podía, ni aun por breve tiempo,
morir aquel cuerpo que fue el cáliz de Aquel que trajo la vida? Yo no
podía morir, sino sólo dulcemente dormir. ¡Cerré los ojos que veían
cosas terrenales, los reabrí y vi cosas celestes! ¿La maravilla de lo
que vi? Es el rostro de mi Hijo: "Immi, aquí no hay dolor, no hay
nostalgia, no hay llanto!". Y así será para vosotros, cuando vengáis a
casa.
¡Aquí
no hay horas, no hay tiempo, Aquí todo es para ser siempre y todo es
siempre porque es! Una vida hecha de mil y mil dimensiones, todas de
gozar, todas de vivir: ¡la vida!
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