Queridos hijos, os doy las gracias porque
respondéis a mis llamadas y porque os reunís en torno a mí, vuestra
Madre Celestial.
Sé que pensáis en mí con amor y esperanza, y yo también
siento amor hacia todos vosotros, como también lo siente mi amadísimo
Hijo que, en su amor misericordioso, siempre y de nuevo me envía a
vosotros. Él, que se hizo hombre, que era y es Dios, Uno y Trino; Él,
que por vuestra causa ha sufrido en el cuerpo y en el alma. Él, que se
ha hecho Pan para nutrir vuestras almas, y así salvarlas.
Hijos míos, os
enseño cómo ser dignos de Su amor, a dirigir a Él vuestros
pensamientos, a vivir a mi Hijo.
Apóstoles de mi amor, os envuelvo con
mi manto porque, como Madre, deseo protegeros. Os pido: orad por todo el
mundo. Mi Corazón sufre, los pecados se multiplican, son muy numerosos.
Pero con vuestra ayuda, que sois humildes, modestos, llenos de amor,
ocultos y santos, mi Corazón triunfará.
Amad a mi Hijo por encima de
todo y a todo el mundo por medio de Él. No olvidéis nunca que cada
hermano vuestro lleva en sí algo precioso: el alma. Por eso, hijos míos,
amad a todos aquellos que no conocen a mi Hijo, para que, por medio de
la oración y del amor que proviene de esta, puedan ser mejores; para que
la bondad en ellos pueda vencer, para que las almas se salven y tengan
vida eterna.
Apóstoles míos, hijos míos, mi Hijo os ha dicho que os
améis los unos a los otros. Que esto esté escrito en vuestros corazones y
con la oración procurad vivir este amor.
¡Os doy las gracias!
No hay comentarios:
Publicar un comentario